Dormía. Dormía y soñaba. A veces solo soñaba. Y cuando soñaba, vivía. Vivía y soñaba. A veces solo soñaba.
Toda su vida estaba en los libros. Era por y para los libros. Estaba dentro y sobre los libros. La llamaban inspiración. Musa.
Como en una fotografía en blanco y negro en la que los colores se complementan y se oponen al mismo tiempo, se tocan y se desvanecen a la vez, se suman y se restan. Así era su amor.
Eran recuerdos de infancia: de juegos en la calle, de tormenta en el aire, de ropa tendida al sol, de paellas de domingo, de leña en la estufa, de sábanas pegadas, de sobremesas de café y tabaco...
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