Zaragoza esconde bellezas poco conocidas. Una de ellas es el palacio de Larrinaga. Un bonito edificio a descubrir. Y si, además, lo hacemos de manos de Gozarte, mejor que mejor. Recomendable.
Una gran historia acompaña a este edificio, lleno de detalles curiosos que agradará descubrir: columnas que parecen una cosa y son otra, acabados con mensaje, puertas disimuladas, suelos espectaculares, vidrieras magníficas. Un gran homenaje a la decoración bien acabada de aquellos tiempos. Modernismo lo llamaban.
No cuesta mucho esfuerzo imaginarse lo que significaría erigir una casona así en la Zaragoza de entonces. Y si además lo hacían con los mejores arquitectos, las mejores manos y los mejores materiales de la zona. Entonces, y aún ahora, lo llamaban el Castillo.
Gracias a Carlos, de Gozarte, por su agradable y simpática explicación. Un cicerone de lujo para una casa de lujo.
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